Durante siglos la tecnología ha avanzado con el propósito de
permitir al ser humano evolucionar. Ese desarrollo progresivo, que vino sobre
todo desde el Renacimiento, culminó con
la Revolución Industrial del siglo XVIII modificando e influyendo todos los
ámbitos de la vida. A partir de ahí, el siglo XX conoció una nueva revolución:
la tecnológica. La transformación fue rápida, consiguiendo en un siglo más de
lo que hasta el momento se había logrado. Dentro de esa revolución tecnológica
lo que ha irrumpido con más fuerza son las tecnologías de la información y las
telecomunicaciones como expresión del conocimiento humano.
Esta última revolución nos permite desde cualquier parte del
mundo almacenar, tratar y compartir información de todo tipo (texto, imagen y
sonido) sin importar la distancia, el momento y la cantidad de información. El
ser humano ha conseguido nuevas capacidades y recursos que están cambiando la
forma en que vivimos, interactuamos y trabajamos. Es en el siglo XXI cuando la
información se descentraliza y desmaterializa convirtiéndose en un flujo de
bits que fluyen por millones de dispositivos electrónicos.
Ahora vivimos en la sociedad
de la información donde Internet es
una pieza clave aunque no la única.
Evolución de la
información en Internet
En esta sociedad de la información los datos se han
convertido en un producto muy cotizado a nivel mundial. En los inicios de
Internet nos encontramos la Web 1.0
creada a finales del siglo XX. Se trataba simplemente de páginas estáticas
donde solo se podía consultar información y no dejaba insertar comentarios. Sin
embargo, supuso la apertura de una puerta al exterior donde cualquiera,
independientemente de donde viviera, podía estar informado.
Con la llegada del año 2000 surge la Web 2.0 o Web social donde
los usuarios pueden interactuar, crear contenidos y compartirlos. Surgen plataformas
de colaboración, redes sociales, blog, wikis, tiendas virtuales y servicios de
alojamiento. Internet ya no es una red de almacenamiento de información.
En el año 2006 Jeffrey Zeldman habla en un artículo del
concepto Web 3.0 o Web semántica. Se trata de la web
integradora donde el usuario no solo participa activamente sino que puede
recibir información según sus necesidades y desde cualquier dispositivo. Ya no
es suficiente compartir información, también hay que reutilizar esos datos para
un mayor desarrollo social y humano. Google
fue la empresa que potenció la Web 3.0 con su algoritmo de búsqueda inteligente
y adaptada a cualquier dispositivo. Esta evolución permite que los programas
informáticos reconozcan la información para operar por sí solos e interactuar
con las personas. Un ejemplo son los asistentes virtuales que procesan las
voces de los usuarios, las interpretan y realizan tareas.
El desarrollo de las redes sociales, las web de servicios en
línea, las tiendas virtuales, etc., han conseguido que en una década se haya
creado un volumen de información que escapa a nuestro control. Siquiera Google
puede procesar tantos datos, solo indexa el 0,04% de la información que fluye
por Internet. Esto ha obligado a la creación de sofisticados equipos y
programas informáticos que lo gestionen. De hecho, ya hablamos del Big Data
para referirnos a grandes cantidades de datos.
Y aquí entra la Web
4.0 o Web de inteligencia artificial. Con la web 3.0 se ha descubierto que
la información puede ser muy útil cuando se recopila y analiza. Las redes
sociales son un buen caldo de cultivo porque permite conocer, no solo la vida
de una persona, también su carácter, hábitos, estilo de vida y futuros actos.
Analizando lo que publicamos en nuestras cuentas, la interacción con otros
usuarios y los recursos que utilizamos, un programa informático puede crear un
perfil completo de nosotros mismos. Si a esa información le añadimos la que
almacenan grandes empresas como Amazón, Netflix, Google, etc., el perfil es más
preciso. Por este motivo, el paso que estamos dando permite que los equipos
electrónicos nos comprendan gracias al desarrollo de la web semántica e interactúen
de forma inteligente y natural.
Hay que tener en cuenta que la Inteligencia Artificial es inútil si no se le proporciona
información. Por ejemplo, un GPS no puede diseñar una ruta si previamente no se
le ha aportado información sobre el trazado de calles y carreteras, el sentido
de la circulación, el límite de velocidad, etc. Sin datos las máquinas no
pueden interactuar con el ser humano, aunque se diseñen extraordinarios
algoritmos.
Usuarios,
empresas y organismos privados y públicos bajo una misma red
Al igual que en la Revolución Industrial se beneficiaron
tanto las empresas como la población en general, en la era digital ocurre lo
mismo. Internet y la tecnología es utilizada por todos para mejorar el mundo en
que vivimos. Las fronteras han desaparecido dejando atrás el aislamiento social.
Podemos comprar productos situados al otro extremo del planeta, consultar
información en cualquier idioma, aprender y compartir recursos con millones de
personas o saber al instante lo que ocurre en cualquier parte del mundo.
Las empresas y organismos nos proporcionan herramientas para
mejorar nuestra vida y nosotros, como usuarios, podemos hacer uso de ellas.
Todos estamos bajo una misma red interactiva en la que la información es la
moneda de cambio más utilizada.
El problema surge en la forma en que se utilizan esas
herramientas o recursos digitales.
El dilema de lo
que está bien y mal en la era digital
El filósofo e ingeniero informático Rais Busom habló, en su artículo “Prolegómenos para una ética digital”, sobre el caso del estudiante
de 18 años Tyler Clementi. El 22 de septiembre de 2010 se suicidó porque su
compañero de la Universidad de Rutgers en Piscataway, Nueva Jersey, difundió
por internet unas imágenes donde salía Clementi manteniendo una relación
íntima. A este episodio hizo una reflexión sobre el dilema ético en la era
digital. Su compañero era libre de difundir las imágenes sin saber las
consecuencias de sus actos. Eso es exactamente lo que está ocurriendo en la era
digital, donde los usuarios y empresas tienen una percepción distinta de la
realidad, una visión más impune y anónima.
Actualmente, tal y como afirma Buson, estamos en el salvaje oeste digital. No existen reglas
en Internet y en el mundo de la tecnología. Si bien es cierto que a nivel
europeo se está legislando sobre la privacidad y la protección de los datos
personales, en el universo digital todo vale.
Como ilustración propongo los siguientes ejemplos:
a) Institucional:
el caso de los programas de vigilancia masiva PRISM y XKeyscore
revelados por el ex analista de la NSA Edward
Snowden;
b) Empresarial: escándalo
de Cambridge Analytica que en 2016
utilizó información de 50 millones de usuarios de Facebook para cambiar la
forma de pensar de los votantes a las elecciones de Estados Unidos. La Liga Española de Fútbol creó en 2018
una aplicación donde ofrecía información sobre equipos, partidos,
clasificaciones, etc., y además utilizaba sin avisar el micrófono y la
ubicación de cada dispositivo móvil de los 10 millones de usuarios que la
descargaron para saber qué bares tenían licencia de retransmisión. Por
supuesto, el micrófono recogía conversaciones tanto del usuario del dispositivo
como de todo aquel que estuviera a su alrededor. Escándalo diesel en el que marcas como Volkswagen, Audi o Porsche manipulaban desde 2015 el sistema de control de emisiones
de sus motores diesel para superar las pruebas de emisiones establecidas por la
Unión Europea. En este caso también estuvieron involucradas empresas como Bosch por la negligente supervisión.
c) Esfera personal:
reciente ciberacoso de Verónica, de
32 años y trabajadora de IVECO, que se suicidó cuando circularon por la empresa
vídeos íntimos grabados por su ex pareja. La humillación a las víctimas de terrorismo en el caso de Irene Villa
donde un político realizó comentarios en la red Twitter tales como: "han tenido que cerrar el cementerio de las
niñas de Alcàsser para que no vaya Irene Villa a por repuestos". Xenofobia como el comentario del mismo
político: "¿Cómo meterías a cinco
millones de judíos en un 600? En el cenicero".
d) Influencer: prácticas
poco ortodoxas a la hora de influenciar, valga la redundancia, como el caso del
chef salmantino Jorge Lozado que recibió la propuesta de una “influencer” para proporcionar su
restaurante en las redes sociales a cambio de una cena gratis y el pago de 100
euros.
Las preguntas son: ¿Dónde está el límite entre la libertad
de cada individuo y la de los demás? ¿Dónde está el límite entre la seguridad
nacional y la privacidad de la población? ¿Cuánto resulta beneficioso realizar
malas prácticas a pesar de recibir sanciones?
La importancia de
una ética digital
Estos casos son la punta de un iceberg que va haciéndose más
grande. Conforme avanza la tecnología en la sociedad de la información es
necesario establecer unas directrices sobre el comportamiento de las personas
con el fin de conseguir un mayor grado de felicidad colectiva y evolución
humana. Esas directrices deben basarse en unos principios universales,
inherentes al ser humano, independientemente de si están plasmados en leyes o
no. Ya que Internet y la tecnología en general tiene un alcance global, esos
principios universales tienen mayor justificación a fin de evitar que países
con un régimen político autoritario atenten contra los derechos fundamentales
de las personas.
Por tanto, ante los diversos desafíos de la sociedad
digital, es necesaria una ética digital
que ayude a establecer lo que es bueno y malo en la creación y utilización del
mundo digital. En el ámbito empresarial y gubernamental es preciso crear
códigos éticos que marquen las líneas de acción a la hora de trabajar en
distintos ámbitos como la Inteligencia Artificial, biotecnología, seguridad,
marketing, análisis de datos personales, sistema automatizado de toma de
decisiones, Blockchain, etc.
Se trata, en definitiva, de hacer un uso responsable del
mundo digital que permita innovar, crear servicios y productos más efectivos y
eficientes, fomentar la productividad, el crecimiento económico y facilitar el
desarrollo físico, emocional e intelectual de las personas.
Principios de la
ética digital
Los tratados internacionales, cartas magnas y constituciones
hacen alusión a los valores de respeto de la dignidad humana, la libertad, la
democracia, la igualdad, el Estado de Derecho y el respeto de los derechos
humanos. Como norma universal, nacida del Derecho natural, encontramos la Declaración Universal de los Derechos
Humanos promulgada el 10 de diciembre de 1948 por la ONU. De ahí tienen que
partir los principios que establezcan las líneas de una ética digital y cuyo
centro es el ser humano.
a) Respeto a los
Derechos Humanos. La tecnología debe estar al servicio de la humanidad,
respetando sus derechos fundamentales.
b) Calidad en el
diseño y creación. A la hora de diseñar y crear un producto o programa
informático es necesario que el resultado final garantice y asegure su buen
funcionamiento. Para ello deberán realizarse todas las pruebas necesarias. De
nada sirve un coche ecológico si se manipula el nivel de contaminación como el
“caso diesel” citado anteriormente.
c) Supervisión y
control humano. Aunque los algoritmos permiten una mayor autonomía de las
máquinas y programas informáticos para realizar todo tipo de tareas, es
necesaria la supervisión y control de personas que eviten brechas, vulnerabilidades,
fallos de funcionamiento o utilización negativa de la tecnología.
d) Acceso total e
ilimitado de la tecnología y los medios digitales. Para conseguir un mejor
desarrollo humano a nivel global es necesario que toda persona tenga el derecho
de acceder de forma total e ilimitada a redes de comunicación, equipos y dispositivos.
Ello no es incompatible con casos puntuales y temporales en los que deba
producirse una desconexión por motivos de seguridad. La censura, la prohibición
o restricción de tecnología o aplicaciones informáticas por motivos ideológicos,
políticos, religiosos o financieros se deben combatir y evitar.
e) Protección.
Junto a la calidad en el diseño, creación, control y supervisión humana, es
necesario que la tecnología y los sistemas de comunicación e información
provean a los ciudadanos de herramientas y soluciones de seguridad. Todo el
mundo sabe que, aunque el ser humano es bueno por naturaleza, a lo largo de la
vida hay personas que van perdiendo valores y adquiriendo una perspectiva
errónea de lo que es bueno y malo. Sean por convicciones ideológicas, poder o
dinero, esas personas o grupos utilizarán la tecnología y los medios digitales
para su propio beneficio y en detrimento de los demás.
f) Educación. La
población necesita una educación en el uso responsable de la tecnología y los
sistemas de comunicación e información. A su vez, los gobiernos,
organizaciones, corporaciones y empresas deben saber cómo llevar a cabo una
adecuada gobernanza para el desarrollo económico, social y personal de la
humanidad.
g) Transparencia.
La composición de los productos tecnológicos y programas informáticos deben mostrarse
públicamente para evitar que se integren elementos que afectan a la seguridad y
el respeto de los derechos humanos. Un ejemplo claro es el caso de Liga Española de Fútbol donde su
aplicación grababa el sonido y las conversaciones de los usuarios a través del
micrófono de los dispositivos móviles. Esto no es incompatible con los derechos
de autor. Una aplicación móvil o un dispositivo electrónico patentado no pueden
fabricarse sin el consentimiento del propietario. Tampoco es incompatible con
la seguridad. Empresas como Apple o Microsoft no permiten revelar el código
fuente de sus sistemas operativos por motivos de seguridad. Sin embargo,
existen alternativas de código abierto como Linux que utilizan grandes
corporaciones y lo desarrollan comunidades de programadores.
h) No discriminación.
La tecnología y la gestión de la información no se deben crear y utilizar bajo
una deficiente gobernanza que dé lugar a una discriminación directa o
indirecta. Esto llevaría a la aparición de una brecha entre clases sociales,
poblaciones, etnias u organizaciones que lleven a la desigualdad. Así mismo,
debe permitirse la participación de todos los ciudadanos en el avance de la era
digital creando mecanismos de acceso, información, educación, etc.
i) Protección de la
biodiversidad. La tecnología y el mundo digital están al servicio del ser
humano pero también debe velar por la protección del medio ambiente y todos los
seres que habitan el planeta. El avance de la humanidad consiste en el
bienestar y en la mejora de la calidad de vida a través de las ciencias. Para
conseguir este objetivo es necesario tener en cuenta que el impacto negativo en
nuestro entorno nos afecta directamente. Por ejemplo: los centros de datos son
el conjunto de servidores y redes de comunicación que permiten el procesamiento
de la información de una organización. Estos generan una gran cantidad de calor
por lo que se necesita grandes inversiones para refrigerarlos. Algunas empresas
tienen en marcha proyectos para instalar los centros de datos en el fondo de
los océanos (Ejem. Project Natick de Microsoft). Sería poco ético
instalarlos en localizaciones naturales si la refrigeración produjera la contaminación
de la flora y fauna marina. Si bien el propósito del funcionamiento de estos
centros de datos es óptimo y positivo para las personas, no lo es para el medio
ambiente.
j) Mecanismos de
responsabilidad. Es importante que cada decisión lleve una responsabilidad.
De poco sirve la ética digital si no se pide responsabilidad por la mala
creación y gestión de la tecnología y la información. A nivel global debe exigirse
la posibilidad de auditar a nivel interno y externo para evitar potenciales
impactos negativos en la creación y uso de la tecnología y medios de
información digitales. En el caso de detección de abuso deben tomarse las
medidas adecuadas para subsanarlo.
Conexión con las
demás éticas y cooperación interdisciplinar
Esta lista abierta de principios es una orientación a la
hora de establecer unos criterios de lo que es bueno o malo en la era digital. Incluso
debe conectarse con otras, como por ejemplo la bioética, ética de la Inteligencia Artificial o ética hacker, para
mejorar la evolución del ser humano a través de las ciencias.
La nueva revolución abarca muchos campos que por sí solos no
pueden avanzar. Es por esto la necesidad de cooperación interdisciplinar en
todos los ámbitos y sectores. Solo de esta forma evitaremos que el “apocalipsis”
de la ciencia ficción se convierta en realidad.